Un manantial me ha dado Dios…
Viajo…
en la nave de la vida.
Ahora mi destino
es el abrazo sentido
que besa al hijo.
El corazón
de la Creación
ha dado la luz verde,
para que entre la inmensidad
viva este cielo que se abre.
Gozo y Paz…
sensaciones que brotan
de volar
entre la quietud
de esta acuarela natural,
que es tan intensa
como el mar.
Las nubes son la espuma
que se proyecta en las alturas.
Cual Dios, es la expresión,
del palpitar del corazón…
¡Fascinante viaje!
La sensación de ir más allá
de abrir las alas cual si el ave,
para volar la inmensidad…
cual si el pequeño colibrí
que anida en el corazón del árbol,
donde el pichón
recibe de su boca
el néctar milagroso de su miel.
Cual si la madre,
que siempre extrae
de la naturaleza, a la sutileza,
para formar un nido suave
que teje con tanta devoción.
Viajo…
Mi viaje ahora es
con dos bellos polluelos
que desde el nido han recogido
terrones de mi azúcar
.
Viajo con ellos,
y ahora les observo.
Sus vuelos son fantásticos…
se elevan, y caen en picada
mientras el Ángel les aguarda.
¡Cuántas lecciones aprendidas!
Se ríen… ¡Son ellos la alegría!
Y ella, la estrella que ilumina,
con su candor, al árbol de mi vida.
Linda, como una flor…
más bien, como la primavera
que enciende con su vibración,
al rayo rosa del Amor.
¡Así es la vida…!
Él es el roble que se eleva,
aún ante la adversidad…
Es recto y fuerte, también
contiene la dulzura
de la colmena de la vida.
Mientras la mayor,
da saltos de felicidad,
alimentando a su cría…
Y aunque en esta travesía,
queda en su nido-hogar…
Ella es la transparencia,
la gota cristalina,
y la pureza de mi vida.
Un manantial me ha dado Dios,
un árbol con elevación,
y al arco iris que se impregna
en una Tierra,
donde las flores son sus siembras.
¡Gracias, Señor!
Por este viaje, por este cielo
por tanto Amor…